Esta pedanía de Medina Sidonia tiene su origen en un cortijo del marqués de Negrón que en 1926 fue comprado por el Estado Español, para uso del Ejército de Tierra y con el fin de instalar en él una yeguada militar. Corrían tiempos de dictadura militar gracias al golpe de Estado del 13 de septiembre de 1923, que diera el general Primo de Rivera y una de sus variadas prioridades fue la de acabar con la guerra de África.
La cercanía de Jerez y su terreno con abundante hierba pareció inmejorable para la cría caballar y aquí, en Malcocinado, se instaló la yeguada militar, como una avanzadilla de la yeguada nacional que desde 1893 se había instalado en la hacienda Moratalla en el pueblo cordobés de Hornachuelos. Primo de Rivera acercó estratégicamente fuertes contingentes militares bien abastecidos desde posiciones peninsulares, logrando lo que parecía imposible, terminar definitivamente con el problema africano.
Terminada la guerra en 1927 y aunque España continuó en la zona del norte de África hasta su independencia definitiva en abril de 1956, reservándose las plazas de Ceuta y Melilla, así como los territorios de Ifni y Río de Oro en el Sahara, nada de esto debería haber dejado a Malcocinado sin su yeguada, pero el destino fue otro. Al poco tiempo, en los primeros años treinta del siglo pasado, alegando los jefes correspondientes que el terreno no era propicio para el ganado caballar. Afirmaban que al comer la hierba los animales la tragaban con arena, lo que les producía la muerte. Aseveración esta totalmente falsa, pues desde que se fueron los militares todos los ejemplares de las diversas clases y familias que aquí han pastado de animales bovino, caballar, caprino, ovino, porcino y las aves (se han criado hasta avestruces), han gozado en todo momento de buena salud.
Malcocinado quedó en silencia, abandonado y sin producir. De su letargo lo sacó la Ley de Bases de la Reforma Agraria, el gran proyecto del gobierno de la II República Española, que empezó a discutirlo y tratarlo desde el primer Gobierno provisional. Así el 13 septiembre de 1932 se aprobó lo que pudo ser una panacea y se quedó en poco, aunque en casos como el de Malcocinado fue fructífero.
La Reforma Agraria pretendía que los terratenientes, propietarios de las tierras, abandonasen la costumbre de echar a los campesinos que arrendaban las fincas, en su conjunto o en parcelación; se obligaba a contratar jornaleros del propio municipio, y se igualaba el trabajo del campo al industrial, que ya gozaba de jornadas de ocho horas. Y se exigía el que los propietarios cultivasen sus tierras, cuya negativa se traduciría en la expropiación o incautación de las mismas.
Malcocinado tenía un propietario sobre el que no se podía ejercer ninguna presión: era el Estado Español, y nadie mejor que él mismo para poner en sus propiedades la reforma tan querida y tan necesaria. El organismo encargado de ejecutar las disposiciones legales fue el Instituto de Reforma Agraria (IRA), y su delegación en Jerez ofreció y pidió a José Suárez Orellana que se hiciese cargo de organizar la colectivización en Malcocinado. Él se sorprendió por haber sido escogido, toda vez que no conocía a nadie del IRA, y no había sido líder de ninguna organización agraria. Vivía en Casas Viejas dedicado a sus pequeñas tierras que él mismo trabajaba. Su única tarjeta de presentación era su comportamiento ejemplar, su actividad socialista, su constante ayuda y colaboración con los más desposeídos, y el buen recuerdo de su paso por el primer Ayuntamiento republicano como concejal.
Aceptó y comenzó a trabajar. Su primera sorpresa, que aún hoy nos deja perplejos, fue el no encontrar 40 jornaleros, 20 de Medina y 20 de Casas Viejas, que quisieran integrarse en la colectivización con sus familias. La situación de miseria, falta de trabajo y sin ninguna seguridad, parecía propiciar el que viesen el cielo abierto al encontrar casa, trabajo, aperos, animales y los servicios para sus familias y sus hijos, con su sola prestación laboral. El 7 de abril de 1934 se celebró la asamblea constitutiva de la Comunidad de Campesinos de la finca de Malcocinado con asistencia de 37 campesinos, presidida por el delegado del IRA en Jerez, Pedro Hidalgo Mateos. Suárez dice acongojado: tuve que alegar que los tres que faltaban no habían venido por estar malos. En la elección de cargos resultaron elegidos José María Mateos Mena, padre de Manolito Mateos el de la Rica, como cabezalero y Benito Ríos López y Miguel Gutiérrez Rodríguez, como síndicos.
Llega 1936, los rebeldes se hacen con el poder en la provincia de Cádiz y se acabó la colectivización.
Pasado el vendaval trágico de la guerra civil Malcocinado sigue como puede y en 1949 se hace cargo el IRYDA, Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario. Cuando la yeguada militar abandonó la finca el Ministerio de la Guerra la cambió por otra al Ministerio de Agricultura y éste la transfirió al IRYDA, que finalmente la vendió a los colonos una vez parcelada. El lote comprendía la parcela de tierra, huerta, vivienda y zonas comunales, con un total en torno a las 90.000 pesetas, con pagos anuales aplazados y un interés próximo al 39 %.
En los años sesenta del siglo pasado se forma en la Comunidad el grupo sindical, formado por 15 colonos y eligen jefe del mismo, y a su vez cabezalero, a Manolo Mateo Rico, otro hombre clave en el desarrollo de Malcocinado. Llegó con su familia el 4 de enero de 1934, con 8 años de edad y toda su vida prácticamente la pasó en la pedanía. A finales de 1968 le nombran Alcalde pedaneo de Malcocinado-Los Badalejos y el 19 de abril de 1979 (primeras elecciones municipales democráticas) sale elegido concejal del Ayuntamiento de Medina Sidonia por el Partido Socialista y sucesivamente sigue siendo elegido hasta que en 1996, por discrepancias con el equipo de gobierno, renuncia a su acta de concejal.
Vuelve Manolo, ya con 73 años, a ser elegido concejal de Medina Sidonia por el Partido Socialista al que siempre perteneció y sirvió con entusiasmo, dedicación y espíritu solidario, el 3 de julio de 1999. Durante el tiempo que estuvo de concejal fue Alcalde pedaneo de Malcocinado-Los Badalejos, desarrollando una labor muy fructífera menor de la que tenía siempre en su pensamiento. Si por él hubiese sido hace años que Malcocinado hubiese superado con creces y rápidamente los avances en servicios y gestión que necesitaba la pedanía. Lo más importante sin duda, de lo que estaba muy satisfecho, fue lograr que el Ayuntamiento de Medina Sidonia percibiese la urgencia de ocuparse de las necesidades de Malcocinado-Los Badalejos, instalando la alcaldía de la pedanía con carácter permanente en Malcocinado. Desgraciadamente nos dejó Manolo el 29 de abril de 2000 fulminado por un inesperado infarto. Y es en esta fecha cuando José Francisco Rodríguez Crespo asume la difícil tarea de ocupar la vacante que de improviso dejó Manolo Materos, cargo del que cesa a finales de 2008, después de casi 8 años de dedicación y de buena gestión.
Los hombres que han logrado la estupenda realidad que hoy es Malcocinado, cada uno en su tiempo, han sido José Suárez Orellana en 1934-1936 y Manolo Mateos desde los sesenta al último año del siglo XX. Ambos tienen su memoria en el actual Malcocinado: entrando por la puerta principal se abre la plaza de José Suárez yen la gran alameda central de la población, al pie de su casa, Manolo, el entrañable y querido por todos por su humildad y desprendimiento, tiene su permanente recuerdo.